lunes, 4 de julio de 2016

¿Por qué a los conservadores les gusta tanto gastar? La UE multará a España

El dictamen de la Unión Europea sobre el comportamiento del gobierno español en 2015 en materia de déficit no es nada comparado con lo que ya podría decir de 2016.  La reforma fiscal era inoportuna cuando estábamos sin haber cumplido ningún año el objetivo de déficit. La alegría del gasto público ha continuado y nadie ha tomado medidas serias para recortar el crecimiento exponencial del gasto, a pesar de la reducción de los costes financieros y del gasto en desempleo. El gobierno se traga con absoluta espontaneidad cualquier partida de ahorro del gasto público.

La seguridad social a pesar del crecimiento del empleo y de la economía sigue sin cuadrar sus cuentas y lo avanzado en 2016, muestra claramente que el sistema ya es insuficiente. La hucha terminará con la paga de diciembre y el agujero para el año que viene podría ser de unos 10.000 millones de euros.

El actual control sobre las comunidades autónomas solo es posible por el grifo del FLA, pero todavía hay un buen número de comunidades, algunas gobernadas por el PP que mantienen déficit excesivos y no se ha encontrado un mecanismo de control automático del gasto de comunidades autónomas y ayuntamientos.

Podríamos decir quer todo esto fue ocasionado por el clima electoral del año pasado, pero no nos engañemos, nuestra sistema fiscal hace aguas por todos lados y no lo van a resolver apaños y parches. y además el gobierno hace todo lo posible para empeorar la situación.

El problema sin embargo es que en 2016 vamos inmensamente peor que en 2015, y si no se toman medidas de ajuste muy profundas podríamos terminar el año con un déficit superior al 5% del PIB.



Ante este entorno el gobierno ha debido echar el freno al ritmo de gasto, pero parece que ni en funciones, el gobierno pierde el apetito por gastar, ni siquiera cuando los ingresos están cayendo de forma muy abultada a pesar del crecimiento económico de este año.

Así con un presupuesto de 2016 ligeramente mayor que el de 2015, las obligaciones de gasto reconocidas ascienden a 31 de mayo de este año a 106.162 millones de Euros frente a 135.089 millones de Euros en mayo de 2015 mientras que los pagos efectuados en el mismo periodo han caído desde los 128.030 millones de euros a los 103.443 millones de Euros. Esto solo tiene una explicación, el gobierno está retrasando deliberadamente pagos y gastos para no incurrir en un déficit superior.

A 31 de mayo de 2016, los ingresos por impuestos directos habían caído un 16,6% respecto de la misma fecha del año anterior; solo la recaudación de IRPF ha caído un 3%. Los impuestos indirectos sí han mostrado mayor elasticidad con un crecimiento del 6,1% en total, y del IVA del 5,%. La caída de otros impuestos y tasas nos llevan a un dato muy preocupante: a 31 de mayo los ingresos por operaciones no financieras habían caído un 18,5% respecto del 31 de mayo de 2016, una disminución muy exagerada que muestra que algunos desajustes importantes ya se están produciendo.

Con este nivel de ingresos y con un ritmo normal de gastos, el déficit sería ahora superior en 2 puntos al mostrado por el gobierno, ya que llevamos un retraso de pagos de 25.000 millones. El gobierno tiene todavía medio año para equilibrar las cuentas y debe acelerar los ingresos en estos meses ya que no hay soporte real que justifique esta caída de ingresos tan explosiva. Pero por mucho que ajuste en términos de desestacionalización, el déficit estaría en términos internanuales cerca del 5%, lo que sin duda Europa observará con mucha atención y con sanciones que producirán un efecto inmediato en la prima de riesgo. Y como no podía ser de otra manera, la caída ha sido mucho más abusiva en las inversiones públicas que han caído un 14% respecto de mayo de 2015. En consecuencia de todo esto, el déficit de caja no financiero ha crecido en un 60,8% respecto de mayo de 2015 y la necesidad de endeudamiento ha aumentado en un 3,2%; esta última es muy pequeña comparado con el dato anterior precisamente por el retraso en la ejecución del presupuesto de gastos.

Pero como ya hemos aprendido de otras crisis, cuando las cosas parecen ir bien es cuando comienzan a torcerse. Hoy podemos afirmar que la economía española comienza a mostrar un agotamiento de este periodo de crecimiento y que será necesario adoptar nuevas medidas estructurales para que esta profunda desaceleración de nuestra economía no nos devuelva a los peores momentos de la crisis en 2011. Y no necesitamos llegar a esos niveles de recesión para acabar peor que como estábamos ya que que el colchón de más de diez años de crecimiento económico nos permitió afrontar los primeros años de crisis sin apenas tomar medidas de ajuste. Un crecimiento por debajo del 2% del PIB en la actualidad sería mas devastador que los PIB negativos que tuvimos durante los años de crisis de 2008 a 2012 ya que el nivel actual de endeudamiento publico y de déficit lastran la capacidad del gobierno de afrontar recortes en el gasto y mantener las partidas de gasto social o de buscar financiación en los mercados.

Las bases de nuestro crecimiento se están debilitando y seguramente los datos del segundo trimestre lo confirmarán. La exportaciones disminuyen respecto de los datos del año anterior y las importaciones lo hacen en mayor medida gracias sobre todo a los precios de las materias primas. Es decir la mejor contribución del sector exterior al PIB está basado en los precios del petróleo, principalmente y no en un aumento de la actividad económica.


El consumo se mantiene fuerte sobre todo por el incremento del empleo, aunque llama poderosamente la atención que las administraciones públicas hayan incrementado su consumo en un 2,6%, por encima del consumo de los hogares cuando debería liderar el ahorro. Pero el dato más preocupante es la caída de la inversion en activos fijos que pasa en términos interanuales del 6,4% al 5,2%, y esta es una prueba palpable de la desconfianza que ofrece el panorama político y económico internacional. Cuando en España la Formación Bruta de Capital comienza a caer, estamos en la antesala de un ciclo de crecimiento moderado en el mejor de los casos. El sector de la construcción es una muestra significativa de este cambio de tendencia al pasar de un crecimiento positivo en el último trimestre de 2015 del 0,6% a una disminución en el primer trimestre del -0,2%.

Desde el lado de la oferta la reducción del crecimiento es también significativa en todos los sectores productivos; en agricultura, construcción, industria y servicios las tasas de crecimiento son significativamente más bajas que las de 2015 y apuntan a seguir disminuyendo.

El empleo crece por fuerza animado por la inercia del consumo, pero a la vuelta del verano el escenario podría tornarse complicado si no se producen medidas de ajuste. La continua reducción de la remuneración de los asalariados en términos reales y eso pese a una deflación, no augura que el consumo vaya a mantener su vigor en los próximos meses. 

La inestabilidad política y económica se transluce sobre todo en las cuentas públicas, que hacen aguas en este momento y que han obligado a tener que echar mano de la hucha de las pensiones para pagar el mes de julio; pero si no se produce un ajuste, en septiembre y a final de año será necesario volver a echar mano, ya que los ingresos públicos muestran una caída muy notable según los datos que la Intervención de Hacienda ha presentado respecto del mes de mayo. 

Hace años que vengo afirmando que un sistema político y económico cuyo gasto social crece por encima del crecimiento económico en tasas superiores al 50% es insostenible. Podrán ocultar o enmascarar esta realidad, pero el modelo hace aguas y se verá en cuanto el crecimiento se estanque y nos quedemos con un déficit que sin medidas de ajuste, solo por la inercia de la economía, podría volver al 10% del PIB. Ya sabemos lo que significa esto: prima de riesgo, mayores costes financieros, restricción del crédito y desempleo; justamente lo contrario de lo que nos estamos beneficiando ahora pare crecer. Además con una clara tendencia a subir los tipos de interés de los bancos centrales, nos podemos encontrar con una desaceleración contracorriente, que es el peor fenómeno económico en el que se puede caer, el modelo japonés pero sin japoneses.

El gobierno debe recortar el gasto social, no tiene otra alternativa. Podría subir algunos impuestos, quizás IVA e IRPF, pero drenar dinero productivo al sistema para pagar pensiones es pan para hoy y hambre para mañana; y el mañana está a la vuelta de la esquina. La tentación populista de pagar todas las reformas en el presupuesto de 2017 sería catastrófico para nuestra economía. No es que el presupuesto de 2016 fuera de ajuste, sino que sin duda tenía un claro elemento electoralista, pero mejor que cualquier iniciativa de mas gasto o nuevos impuestos para el año que viene. Pero también hay muchas asignaturas pendientes: empresas públicas con pérdidas; eliminación de duplicidades, cierre de organismos autónomos y reducción del personal al servicio de la administración. Pero también necesitamos definir qué modelo de pensiones sostenible nos podemos permitir, lo que pasa por alargar edad de jubilación y recortar pensiones; financiar las pensiones con impuestos solo traerá más déficit al sistema al detraer recursos del aparato productivo para destinarlo a pagar pensiones.

Ante una nueva desaceleración económica que traerá menos crecimiento y más desempleo a corto y medio plazo, formar un gobierno sin un programa de estabilidad y un horizonte de una legislatura sería mortal para nuestro país. Si alguien de verdad piensa en los ciudadanos debería abandonar el tactismo politico y afrontar una negociación seria y de detalle que asegure un gobierno de 4 años. No importa que se tarden meses en cerrar este acuerdo; un mal acuerdo o una investidura de mínimos satisfará a muchas conciencias de politicos tácticos pero producirá mucho daño a la sociedad que ya comienza a mostrar claros signos de desafección, del mismo tipo que llevaron al Reino Unido al Brexit. Pero ante un escenario políticamente complejo, prorrogar los presupuestos nos dará al menos un año y medio más de un clima estable y de continuidad. 

Esta es condición necesaria pero insuficiente. El gobierno debe adoptar medidas urgentes para nivelar sus cuentas y desde el lado de los ingresos no podrá hacerlo. Tenemos un desequilibrio de casi 20.000 millones de Euros respecto de donde deberíamos estar, así que toca ser imaginativos, pero echar mano de la hucha de la Seguridad Social no será suficiente. Creo que el gobierno debería subir el IVA, su efecto sobre la inflación podría ser positivo a corto plazo y generar ingresos; recortar gastos sería mucho mejor pero ya he perdido la confianza en que nadie recorte el gasto social en términos tan abultados para enderezar las cuentas y menos con este ambiente político. 

La economía nos está enviando señales de alerta; no hacerles caso sería una irresponsabilidad mayúscula que en electorado no perdonaría; la consecuencias con unas bases tan deterioradas serían catastróficas para nuestro país, precisamente cuando en Europa las cosas no pintan bien después del Brexit y con una Italia a una puerta del rescate bancario y con una crisis política que podría terminar en nuevas elecciones con una fuerte amenaza de crecimiento de los movimientos populistas. España tiene tantas debilidades que cualquier mal viento puede torcernos de forma definitiva.


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